Zelenski en el G7: el respaldo de Occidente se materializa en 50 mil millones de dólares

Bajo el sol de la Apulia italiana, en un resort de lujo que contrasta brutalmente con la crudeza de las trincheras ucranianas, los líderes de las siete democracias más industrializadas del mundo han forjado un arma financiera de una audacia sin precedentes. La decisión de adelantar un préstamo de 50 mil millones de dólares a Ucrania, garantizado no por los activos congelados de Rusia sino por los beneficios que estos generan, no es solo una maniobra contable; es una declaración geopolítica contundente y un movimiento que redefine las reglas de la guerra económica en el siglo XXI. Este pacto, alcanzado durante la cumbre anual del G7, busca enviar un mensaje inequívoco a Moscú: la determinación de Occidente no flaqueará, independientemente de los vientos políticos que soplen en sus capitales.

El mecanismo es tan ingenioso como controvertido. Desde la invasión a gran escala de 2022, Occidente ha inmovilizado cerca de 300 mil millones de dólares en activos del banco central ruso, la gran mayoría depositados en instituciones financieras europeas, principalmente en la compañía belga Euroclear. Durante meses, el debate sobre qué hacer con este dinero ha sido intenso. La confiscación directa, una opción favorecida por algunos en Washington, fue descartada por los líderes europeos por temor a las represalias, las interminables batallas legales y, sobre todo, el riesgo de socavar la confianza en el sistema financiero global y en el euro como moneda de reserva. La solución, finalmente acordada, es un punto intermedio: el capital ruso permanece intacto, pero los intereses y beneficios que genera —estimados en unos 3 mil millones de dólares anuales— se utilizarán como garantía para respaldar el macropéstamo.

Este enfoque, como detallan informes de la BBC Mundo, permite al G7 movilizar una suma significativa de dinero de forma inmediata, en lugar de depender de los goteos anuales de los intereses. El dinero comenzará a fluir hacia Kiev a finales de este año y se destinará a múltiples frentes: desde la compra de armamento y el sostenimiento del esfuerzo militar, hasta la ayuda humanitaria y la reconstrucción a largo plazo de la infraestructura devastada. La presencia del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la cumbre no fue meramente simbólica; su participación fue crucial para sellar el acuerdo y firmar pactos de seguridad bilaterales con Estados Unidos y Japón, reforzando la idea de un compromiso a largo plazo.

Un mensaje de unidad y determinación

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, describió el acuerdo como «otro recordatorio para Putin de que no nos echaremos atrás». La estructura del préstamo está diseñada para ser a prueba de futuro, un intento deliberado de blindar el apoyo a Ucrania ante la incertidumbre electoral en varios países miembros, especialmente las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Al comprometer los beneficios futuros de los activos rusos, el G7 crea un mecanismo de financiación que, en teoría, podría sobrevivir a un cambio de gobierno en la Casa Blanca. Es una apuesta estratégica para asegurar que la ayuda a Kiev no se convierta en una víctima de la polarización política interna.

El acuerdo, sin embargo, no estuvo exento de tensiones. Según analistas de política internacional consultados por medios como Democracy Now!, los países europeos, custodios de la mayoría de los activos, se mostraron mucho más cautelosos que Estados Unidos, conscientes de que serían los más expuestos a las represalias económicas y legales de Moscú. Finalmente, se llegó a un consenso en el que todos los miembros del G7 contribuirán al préstamo, compartiendo el riesgo. Esta muestra de unidad es, en sí misma, uno de los principales objetivos del pacto: demostrar al Kremlin que, a pesar de las diferencias tácticas, el bloque occidental permanece cohesionado en su apoyo a la soberanía ucraniana.

La reacción de Moscú no se hizo esperar. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, calificó la medida como «criminal» y prometió una respuesta que sería «muy dolorosa para Bruselas». Rusia considera la utilización de sus activos como un robo y ha advertido que tiene suficientes activos occidentales en su territorio para tomar medidas recíprocas. Esta escalada en la guerra financiera abre un nuevo frente de conflicto, uno que se libra en los balances de los bancos centrales y que podría tener consecuencias impredecibles para la estabilidad económica mundial.

Los riesgos de un precedente financiero

Más allá de la respuesta rusa, la decisión del G7 ha encendido las alarmas en los círculos financieros. Expertos y economistas advierten que, aunque legalmente ingenioso, el plan crea un precedente peligroso. Países como China o Arabia Saudita, que mantienen enormes reservas en divisas occidentales, podrían interpretar esta medida como una señal de que sus activos también podrían ser utilizados como arma política en futuros conflictos. Esto podría acelerar una tendencia hacia la desdolarización y la fragmentación del sistema financiero global, a medida que los países buscan refugios más seguros para sus reservas.

Los detalles técnicos de la implementación del préstamo aún están por definirse y no son triviales. Determinar cómo se compartirán los riesgos si los beneficios de los activos rusos disminuyen o si estos son finalmente devueltos a Rusia como parte de un acuerdo de paz, son cuestiones complejas que los ministros de finanzas del G7 deberán resolver en las próximas semanas. La estructura del préstamo está diseñada para ser flexible, pero su éxito dependerá de una coordinación y confianza continuas entre los aliados.

En última instancia, el acuerdo de Apulia es una apuesta de alto riesgo. Es una demostración de creatividad financiera y de voluntad política para sostener a Ucrania en su hora más oscura. Pero también es un paso hacia un territorio desconocido en el derecho internacional y las finanzas globales. Mientras el G7 celebra lo que considera una victoria diplomática, el mundo observa con atención, consciente de que esta decisión no solo influirá en el campo de batalla ucraniano, sino que también podría redibujar el mapa del poder económico global para las próximas décadas. El dinero ha sido comprometido, pero el verdadero precio de esta audaz estrategia aún está por verse.

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Nicolás Verdejo
Nicolás Verdejo

Periodista. Director de Under Express.