¿Por qué la calidad de los lazos sociales es el gran desafío de la Generación Z?

La estampa de un joven inmerso en su smartphone, rodeado de personas, es la imagen definitoria de nuestra época. Sin embargo, bajo esa superficie de frenética actividad digital y agendas sociales a menudo desbordadas, se esconde una contradicción emocional profunda: los jóvenes, la generación más conectada de la historia, son también quienes reportan los mayores niveles de soledad no deseada. En Chile y el resto de América Latina, esta paradoja está lejos de ser una anécdota, sino que se ha erigido como un problema de salud pública urgente, íntimamente ligado a la calidad de los vínculos y a la inestabilidad de la vida adulta emergente.

El concepto clásico de soledad, que la equiparaba a un aislamiento físico total y evidente, ha quedado obsoleto. Hoy, la soledad se viste de ambivalencia social, un fenómeno que describe la experiencia de tener numerosas interacciones sociales (físicas o digitales) sin que estas proporcionen el necesario soporte emocional ni un sentido de pertenencia auténtico. Como señala Roberto González, académico de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, esta realidad se manifiesta en que “personas entre 18 y 34 años expresan cada vez más este sentimiento. El 7% de los jóvenes declara no tener vínculos sociales, y un 22% declara sentirse solo”. El riesgo no es la ausencia de relaciones, sino la baja calidad de estas.

El mundo digital, con su promesa de unir distancias, tiene un «rol ambivalente», como advierten expertos de la UC: si bien facilita el contacto, a menudo interfiere en el desarrollo de las habilidades para la interacción cara a cara y no fomenta los vínculos sostenidos ni profundos. Los datos en Chile son reveladores: una encuesta de Cadem reciente reveló que uno de cada tres chilenos se siente solo con frecuencia, siendo los jóvenes de 18 a 34 años el grupo más afectado, con un preocupante 24% que afirma sufrir esta soledad. Este sentimiento no distingue entre la cantidad de seguidores o el número de chats activos.

Soledad en el corazón de América Latina

El problema se expande con fuerza por toda la región. Un análisis de Grupo Cetep, basado en miles de conversaciones con adolescentes en América Latina (incluyendo países como México, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador y Perú), arrojó que más del 70% experimenta malestar emocional, citando sentimientos como cansancio, tristeza y soledad. En este sondeo, la soledad fue reportada por un 19,53% de los adolescentes. Una de las alertas más relevantes que deja el estudio es la falta de alfabetización emocional: más del 36% de los adolescentes no logra identificar la causa de su malestar, un factor que la Dra. Mariana Labbé vincula a la alexitimia, la dificultad para expresar e identificar las emociones, lo que naturalmente obstaculiza la construcción de relaciones significativas y la búsqueda de ayuda.

La soledad, por lo tanto, no es solo un indicador de vulnerabilidad emocional, sino también un marcador psicosocial en un contexto de inestabilidad y cambio. Los jóvenes adultos se encuentran en una etapa de transición constante: el ingreso a la educación superior, el cambio de ciudad y, fundamentalmente, la precaria entrada al mercado laboral. Estos hitos conllevan la ruptura de las redes de apoyo originales, las amistades de la infancia o de la universidad, forzando la necesidad de crear nuevos vínculos en entornos —como el trabajo— donde la competencia y la informalidad suelen primar sobre la colaboración y la confianza.

Para muchos jóvenes, la conclusión es clara: la agenda llena no es una coraza si las interacciones son superficiales, o si la persona siente que no puede ser totalmente honesta sobre su realidad. El Dr. Jorge Varela, de la Universidad del Desarrollo, sugiere que el abuso del teléfono móvil no es la causa de la soledad, sino un síntoma, un refugio al que los adolescentes recurren precisamente porque se sienten solos, creando un círculo vicioso de aislamiento digital.

La precariedad como barrera para la conexión

Si bien la desconexión emocional es un factor clave, no podemos ignorar la influencia de las condiciones materiales de vida. En América Latina, la precariedad laboral juvenil es una característica persistente. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha documentado que, en la región, cerca del 60% de los jóvenes que trabajan lo hacen en la informalidad, lo que implica bajos ingresos, inestabilidad, desprotección social y, a menudo, la violación de derechos laborales.

Esta incertidumbre económica y laboral tiene un impacto directo en la capacidad de forjar vínculos de calidad. La dificultad para lograr la emancipación, el sobreendeudamiento y la inestabilidad del futuro profesional consumen recursos de tiempo y energía que son vitales para sostener lazos afectivos profundos. Las relaciones verdaderamente protectoras y de contención requieren tiempo, dedicación y la posibilidad de ser vulnerable, virtudes que se ven minadas por la presión constante del «sobrevivir» en un mercado laboral fragmentado. Un joven bajo la presión de la informalidad y la inseguridad económica se ve obligado a priorizar la subsistencia, postergando la inversión en esos lazos que son el verdadero antídoto contra la soledad.

En Chile, el Termómetro de la Salud Mental Achs-UC (Ronda 11) reveló que el 10,4% de la población declara tener bajo apoyo social. Esta falta de apoyo se ve agravada por la realidad urbana y las expectativas sociales rígidas, especialmente en el grupo de 30 a 39 años (con un 26,6% que reporta aislamiento), que cargan con las exigencias vitales de la crianza, el sobreendeudamiento y las presiones por alcanzar una estabilidad que el sistema dificulta. La soledad se cronifica en el tiempo, dejando de ser un malestar pasajero para convertirse en una condición que persiste por años, una herida abierta en el tejido social que exige una respuesta que vaya más allá de la mera conectividad digital. La solución radica en fomentar la autenticidad, la calidad de los lazos y la seguridad vital.

Nicolás Verdejo
Nicolás Verdejo

Periodista. Director de Under Express.