Murió el Papa Francisco a los 88 años

El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y jesuita de la historia, falleció este lunes 21 de abril de 2025 a los 88 años, luego de una prolongada lucha contra una infección respiratoria que se agravó en las últimas semanas. La noticia fue confirmada por el Vaticano a través de un video difundido por el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, quien asumirá la administración interina del Vaticano hasta la elección de un nuevo líder.
«Con profundo dolor tengo que anunciar que el Papa Francisco ha muerto a las 7:35 horas (05:35 GMT) de hoy. El obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre», expresó Farrell desde la capilla de la Casa Santa Marta, acompañado por el secretario de Estado, Pietro Parolin, y el venezolano Edgar Peña Parra, sustituto de la secretaría de Estado.
Con su partida, se cierra un capítulo transformador —y en ocasiones tumultuoso— de la historia de la Iglesia católica. Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, se convirtió en una figura profundamente influyente, que buscó acercar la Iglesia a los márgenes de la sociedad, mientras libraba una dura batalla interna contra sectores conservadores reacios a sus reformas.
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L'annuncio del Card Farrell: “Carissimi fratelli e sorelle, con profondo dolore devo annunciare la morte di nostro Santo Padre Francesco. Alle ore 7:35 di questa mattina il Vescovo di Roma, Francesco, è tornato alla casa del Padre“.#VaticanNewsIT pic.twitter.com/tu8BtRY0Td— Vatican News (@vaticannews_it) April 21, 2025
La última aparición pública de Francisco ocurrió el domingo de Pascua, el 20 de abril. Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, con una voz visiblemente debilitada, ofreció una bendición pascual a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. En un gesto que conmovió al mundo católico, recorrió el lugar en el papamóvil saludando a los congregados.
Su muerte activa ahora un riguroso protocolo: nueve días de exequias y la convocatoria, en un plazo de entre 15 y 20 días, a un cónclave con cerca de 130 cardenales electores. La elección de su sucesor se dará en un contexto marcado por la impronta de Francisco: más de dos tercios de los electores fueron nombrados por él mismo, lo que podría asegurar una línea de continuidad.
Francisco había sido hospitalizado el pasado 14 de febrero, aquejado de una bronquitis severa que derivó en una neumonía bilateral. Tras permanecer en el hospital Gemelli de Roma por más de un mes, fue dado de alta el 23 de marzo, aunque su estado de salud nunca se recuperó del todo.
El Papa que habló con gestos y sacudió conciencias
Desde su elección en 2013, el Papa Francisco impulsó una agenda reformista que se enfrentó tanto a los privilegios de la curia como a la indiferencia de ciertos sectores eclesiásticos ante los desafíos del mundo moderno. Visitó campos de refugiados, denunció la degradación ambiental en la encíclica Laudato si’, e intentó abrir espacios de diálogo dentro de la Iglesia sobre temas como el divorcio, la familia y la inclusión de minorías.
Pero su pontificado no estuvo exento de polémicas. Desde sus frases espontáneas que generaron titulares —como cuando dijo que los católicos no debían «reproducirse como conejos»— hasta su crítica abierta a la corrupción interna del Vaticano, Francisco fue, para algunos, un visionario que revitalizó la Iglesia; para otros, un líder desconcertante y excesivamente liberal.
Sus discursos incómodos, como aquel en el que denunció las “15 enfermedades” de la curia romana, dejaron al descubierto las tensiones internas del Vaticano. En 2014, en pleno discurso navideño, enumeró los males que afectaban a los jerarcas de la Iglesia: la vanidad, la búsqueda del poder, la codicia y lo que denominó “el Alzheimer espiritual”.
Reformador en un terreno minado
La lucha por cambiar estructuras vetustas fue un eje persistente de su gestión. Francisco reorganizó la administración económica del Vaticano, creó un consejo asesor internacional de cardenales y otorgó mayor protagonismo a las conferencias episcopales nacionales. Pero la moral sexual de la Iglesia siguió siendo un campo minado.
Durante el Sínodo de la Familia en 2014, promovió una discusión abierta y sin precedentes sobre temas como el matrimonio homosexual, los divorciados vueltos a casar y la sexualidad. Sin embargo, optó por no tomar posición directa, lo que le granjeó críticas tanto de progresistas como de conservadores.
En 2019, el escándalo por la condena del cardenal George Pell, entonces jefe de Finanzas del Vaticano, por abuso sexual, evidenció las profundas grietas institucionales que Francisco intentaba sanar. Aunque la condena fue posteriormente anulada, el caso reveló la magnitud de la crisis de credibilidad que enfrentaba la Iglesia.
El legado del pastor del fin del mundo
Francisco llegó “del fin del mundo” —como él mismo dijo en su primera aparición— y supo conectar con millones a través de una visión pastoral cercana, empática y enfocada en los más pobres. Su carisma conquistó desde revistas populares como Il mio Papa, una iniciativa de la editorial de Silvio Berlusconi, hasta editoriales de los más prestigiosos medios globales.
A diez años de su elección, su imagen ya había comenzado a desgastarse frente a las resistencias internas, el desgaste mediático y el peso de las expectativas incumplidas. Sin embargo, sus intentos por reorientar a la Iglesia hacia una institución más horizontal, menos burocrática y más compasiva marcaron un cambio de época.
Francisco insinuó en más de una ocasión que podría seguir el ejemplo de Benedicto XVI y renunciar. No fue necesario: la muerte, serena y discreta, se le adelantó.
Una Iglesia entre la tradición y la transformación
Hoy, la Iglesia Católica queda en una encrucijada. Con un pontífice que denunció con valentía los abusos sexuales, que tendió puentes con otras religiones y que abrazó a los olvidados del mundo, se va también una figura que no logró satisfacer a todos.
Su legado es complejo, inacabado y profundamente humano. A través de imágenes memorables, gestos disruptivos y palabras que incomodaron y consolaron por igual, el Papa Francisco deja una huella indeleble en la historia de la Iglesia. Quizás su mayor enseñanza fue, precisamente, esa: que una institución milenaria aún puede moverse, aún puede dudar, aún puede cambiar.