La oferta de paz de Trump que remece a Ucrania: ¿Fin de la guerra o claudicación?

La diplomacia de la Guerra de Ucrania dio un giro abrupto e inesperado este jueves 20 de noviembre de 2025, cuando la Presidencia ucraniana confirmó haber recibido de Estados Unidos un «proyecto de plan» diseñado para poner fin al conflicto con Rusia. La noticia, que llegó a través de un escueto comunicado en Telegram, no solo validó semanas de rumores sobre negociaciones clandestinas, sino que instaló un profundo dilema en Kiev y activó una señal de alarma en Bruselas. Washington, bajo la nueva administración del presidente Donald Trump, ha decidido «reimpulsar la diplomacia», pero el precio que se exige a Ucrania parece inaceptablemente alto para muchos de sus líderes.

Según la oficina de Volodímir Zelenskyy, el borrador fue entregado como una propuesta que, a juicio de Estados Unidos, podría revitalizar un proceso de paz estancado desde hace meses. Aunque no se precisó qué altos representantes del gobierno estadounidense entregaron el documento en Kiev —Zelenskyy tenía reuniones programadas con el Jefe del Estado Mayor y delegados del Pentágono—, el simple hecho de su recepción oficial indica la seria presión que la Casa Blanca ejerce para acelerar un desenlace.

La Presidencia ucraniana, consciente del complejo equilibrio que debe mantener, adoptó una postura de cautela constructiva. El comunicado oficial subrayó que Zelenskyy había enfatizado los principios irrenunciables de Ucrania y que “las partes acordaron trabajar en los puntos del plan para que pueda llevar a un final justo de la guerra”. La expectativa de una conversación en los próximos días con el presidente Trump sobre las «oportunidades diplomáticas existentes» subraya la intención de Kiev de no cerrar la puerta, aun cuando las condiciones sean vistas, internamente, como una afrenta a la soberanía nacional.

La sombra de la negociación secreta

El impacto de esta revelación radica en la génesis del documento. Tal como lo adelantó el medio estadounidense Axios, el plan fue delineado en secreto durante las últimas semanas por emisarios de Estados Unidos y Rusia, dejando a Ucrania y sus aliados europeos fuera de la mesa de diseño. La mecánica de esta negociación, impulsada por figuras como el enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, y su contraparte rusa, Kiril Dimítriev, despertó inmediatamente el escepticismo sobre la independencia del acuerdo y su verdadero objetivo.

Las filtraciones periodísticas apuntan a que el borrador de 28 puntos parece alinearse fuertemente con las exigencias históricas del Kremlin. El punto más sensible, que ha provocado una oleada de indignación entre funcionarios ucranianos, es la exigencia de concesiones territoriales que consolidarían los avances rusos. Específicamente, el plan prevé que Ucrania entregue la parte de la región oriental de Donetsk que aún se encuentra bajo control de Kiev, un sacrificio que el propio Zelenskyy ha calificado en el pasado como una cuestión de «supervivencia de nuestro país».

Pero la cesión de territorio es solo una de las dolorosas condiciones impuestas. El plan también contempla una drástica reducción de las capacidades militares ucranianas, disminuyendo su ejército a menos de la mitad de su tamaño actual y prohibiéndole recibir armamento occidental que pueda impactar objetivos dentro de Rusia. En la práctica, esto equivaldría a una desmilitarización forzada, dejando a Kiev expuesto y dependiendo únicamente de un acuerdo político que, según los analistas, beneficiaría principalmente a Moscú.

El precio de la paz: territorios y soberanía militar

La respuesta de los socios de Ucrania en Europa fue inmediata y de rechazo frontal a la metodología. La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Kaja Kallas, se convirtió en una de las voces más críticas al afirmar que, para que un plan de paz sea viable y funcione, es imprescindible que «los ucranianos y los europeos se impliquen». El hecho de que Washington y Moscú intenten definir los límites estratégicos y las condiciones del acuerdo, presentándolo a Kiev como una decisión ya tomada, ha sido visto por Bruselas como un peligroso precedente que atenta contra la arquitectura de seguridad europea.

En Kiev, mientras el presidente mantiene la compostura diplomática, otros altos funcionarios han calificado los términos del plan como «inaceptables». Este sector argumenta que ceder ante las demandas territoriales y la reducción militar no solo vulnera la soberanía constitucional de Ucrania, sino que consolida los objetivos estratégicos de Vladimir Putin, dejando al país sin capacidad de disuasión frente a futuras agresiones rusas. La administración Trump, en contraste, ha insistido a través del jefe de su diplomacia, Marco Rubio, que una paz duradera «requerirá que ambas partes acepten concesiones difíciles pero necesarias», poniendo el peso de la cesión mayoritariamente sobre los hombros de Kiev.

La urgencia estadounidense se entiende en el contexto de un estancamiento militar prolongado y un desgaste político interno en Estados Unidos. Sin embargo, para Ucrania, la propuesta es un intento de imponer un marco diseñado a medida del Kremlin. El dilema es existencial: aceptar un acuerdo que garantice un cese de hostilidades inmediato, pero a costa de la integridad territorial y la futura seguridad, o rechazarlo, asumiendo el riesgo de perder el apoyo de Washington, su principal aliado militar y financiero.

El dilema de Kiev y la presión de Washington

Este movimiento de ajedrez geopolítico no solo busca detener los combates, sino que aspira a redefinir por completo el equilibrio de poder en el continente. La exigencia rusa de que sus «preocupaciones de seguridad», específicamente la expansión de la OTAN y el despliegue de armamento occidental cerca de sus fronteras, queden plasmadas en un documento, evidencia que el plan va mucho más allá de las fronteras ucranianas.

Para los analistas del Real Instituto Elcano, la coyuntura subraya la cruda realidad de que las conquistas territoriales rusas han sido «fructíferas para presentarse a etapas de negociación», situando a Moscú en mejores condiciones para alcanzar sus objetivos políticos. La decisión de Ucrania de trabajar «de manera constructiva» con Estados Unidos y sus socios europeos y mundiales para «lograr la paz» es un reconocimiento de la grave encrucijada diplomática, donde la paz se negocia bajo la sombra de la victoria militar rusa en el terreno.

La esperada llamada entre Zelenskyy y Trump se convierte así en la pieza central de este drama geopolítico. Será la instancia definitiva para medir si la insistencia de Kiev en una solución «justa» podrá doblar la mano de una Casa Blanca que parece más interesada en cerrar el capítulo de la guerra que en garantizar la plena soberanía ucraniana. La comunidad internacional observa con contención un proceso que podría derivar, tal como lo advierten los funcionarios ucranianos, en una solución dictada y no consensuada.

Pablo Ortiz
Pablo Ortiz

Periodista cultural. Cafeinómano y a veces esclavo del FOMO.