La navidad de Bolsonaro: tres horas de cirugía y custodia policial permanente

La mañana de Navidad en Brasilia no trajo consigo el habitual sosiego festivo, sino un despliegue de seguridad quirúrgica y política. El expresidente Jair Bolsonaro, quien cumple una condena de más de 27 años por su rol en la trama golpista de 2022, abandonó temporalmente su celda en la sede de la Policía Federal para someterse a una intervención médica en el Hospital DF Star. La operación, destinada a corregir una doble hernia inguinal, se extendió por tres horas y media bajo anestesia general, dejando al exmandatario en una situación de vulnerabilidad física que sus abogados buscan capitalizar para obtener el beneficio de la prisión domiciliaria.
El equipo médico, liderado por el cardiólogo Brasil Ramos Caiado, informó que la cirugía transcurrió sin complicaciones técnicas, aunque el postoperatorio requerirá una hospitalización de al menos una semana. Más allá de la hernia, los cirujanos aprovecharon el ingreso para abordar cuadros crónicos que han mermado la calidad de vida de Bolsonaro en prisión: crisis persistentes de hipo, esofagitis y gastritis severa. Estos padecimientos son secuelas directas del atentado con arma blanca que sufrió en 2018 durante su primera campaña presidencial, un evento que ha derivado en ocho pasos por el quirófano en los últimos seis años.
Pese al éxito clínico, la situación jurídica permanece inalterada bajo la estricta vigilancia del juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes. El magistrado autorizó la salida del recinto penitenciario bajo condiciones draconianas: custodia policial las 24 horas, prohibición absoluta de dispositivos electrónicos y un régimen de visitas limitado exclusivamente a su esposa, Michelle Bolsonaro, y dos de sus hijos. Esta rigurosidad responde, según el tribunal, al historial de desacatos de Bolsonaro, quien en el pasado habría intentado manipular su tobillera electrónica durante un periodo de arresto preventivo.
El factor dinástico y la sucesión en pausa
Mientras el exmandatario se recuperaba de la anestesia, el ámbito político exterior al hospital se agitaba con la lectura de una carta enviada desde el lecho de enfermo. Su hijo, el senador Flávio Bolsonaro, actuó como portavoz de un mensaje que busca sellar las grietas internas de la derecha brasileña. En la misiva, Jair Bolsonaro ratifica oficialmente a Flávio como su sucesor político para las elecciones presidenciales de 2026. «Entrego lo más importante en la vida de un padre: su propio hijo, para rescatar a nuestro Brasil», rezaba el texto, en un movimiento que intenta desplazar otras figuras emergentes como el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas.
Esta designación no es menor. La derecha brasileña ha navegado en aguas turbulentas desde la condena de su líder máximo, debatiéndose entre la lealtad ciega al clan Bolsonaro o la apertura hacia perfiles más tecnócratas y moderados que agraden al mercado financiero. Al nombrar a su heredero directo, el expresidente intenta mantener el control del «bolsonarismo» puro, incluso tras las rejas. Sin embargo, analistas políticos internacionales coinciden en que esta estrategia de «herencia monárquica» podría alienar a sectores del centro-derecha que ven con desconfianza la perpetuación de una sola familia en la cúspide del poder.
La analista y politóloga de la Universidad de São Paulo, María Hermínia Tavares, ha señalado en recientes columnas que «la fragmentación de la derecha es el mayor activo de Lula da Silva en este momento». Según Tavares, la insistencia en un apellido que carga con condenas por sedición dificulta la construcción de una coalición amplia capaz de disputar el poder en 2026. Por su parte, informes de la consultora de riesgo político Eurasia Group sugieren que, aunque Flávio posee el reconocimiento del nombre, carece del carisma populista que permitió a su padre movilizar a las masas en 2018.
Precedentes jurídicos y el horizonte de 2026
La defensa de Bolsonaro observa con atención los movimientos del juez De Moraes, especialmente tras el reciente beneficio otorgado al general Augusto Heleno, exministro de Seguridad y estrecho aliado de Bolsonaro, a quien se le permitió cumplir su condena en casa tras un diagnóstico de Alzheimer inicial. No obstante, las diferencias son marcadas. Mientras Heleno fue beneficiado por razones humanitarias debido a su edad y deterioro cognitivo, el tribunal considera que los problemas gástricos de Bolsonaro pueden ser tratados bajo custodia, manteniendo la tesis de que el riesgo de fuga o de interferencia política sigue siendo elevado.
En el horizonte legislativo, los condenados por el asalto a las instituciones de 2022 aguardan la implementación de la ley de dosimetría. Esta normativa, recientemente aprobada por un Congreso con fuerte presencia opositora, podría reducir significativamente las penas impuestas. Para Bolsonaro, esto significaría una luz de esperanza para recuperar la libertad antes de que termine la década, aunque su inhabilitación política parece una barrera mucho más difícil de sortear que los muros de la comisaría de Brasilia.
Las encuestas actuales no son alentadoras para la oposición. Diversos sondeos de opinión sitúan a Luiz Inácio Lula da Silva como el claro favorito para una eventual reelección, superando por márgenes de doble dígito a cualquier figura del clan Bolsonaro o a sus aliados. En este escenario, la cirugía de Navidad parece ser solo un breve intermedio médico en una larga batalla judicial y política que definirá si el bolsonarismo sobrevive como una fuerza institucional o si se diluye en la nostalgia de un liderazgo que hoy se recupera entre sondas y custodia policial.


