El enigma del cometa 3I/ATLAS: objeto interestelar brilla al doble de la velocidad prevista

El tercer visitante interestelar confirmado en la historia de la humanidad, el cometa 3I/ATLAS, está reescribiendo los manuales de la astronomía. Este objeto, detectado originalmente por la red de telescopios ATLAS en Chile el 1 de julio, alcanzó su perihelio —el punto más cercano al Sol— a finales de octubre de 2025. Su paso por nuestro sistema solar no ha sido solo una travesía fugaz a más de 210.000 kilómetros por hora, sino una fuente inagotable de anomalías que mantienen en vilo a los observatorios de todo el planeta.
Lo que ha desconcertado a la comunidad científica, y que lo distingue de sus predecesores interestelares 1I/ʻOumuamua y 2I/Borisov, es la velocidad y la intensidad con la que su brillo se disparó al acercarse a la estrella. Los cálculos preliminares, basados en observaciones terrestres, se quedaron cortos. Este cometa está desafiando la cinemática estándar que rige el comportamiento de los objetos de la Nube de Oort, comportándose como una reliquia cósmica que ignora las leyes de sublimación conocidas.
Este fenómeno de activación acelerada apunta a que 3I/ATLAS es mucho más que un bloque de hielo errante; es una ventana a la diversidad química de otros sistemas estelares, un fragmento de material primitivo que ha sobrevivido un viaje de miles de millones de años a través del denso campo estelar de nuestra galaxia. La pregunta de fondo ya no es solo de dónde viene, sino qué lo impulsa a brillar con tanta fuerza inusitada.
El desafío a la cinemática clásica
Para estudiar la dramática metamorfosis de 3I/ATLAS, especialmente durante el periodo crítico en que permaneció oculto detrás del resplandor solar desde la perspectiva terrestre, un equipo de astrónomos se vio obligado a recurrir a soluciones innovadoras. Qicheng Zhang, del Observatorio Lowell, y Karl Battams, del Laboratorio de Investigación Naval de EE. UU., utilizaron satélites de monitorización solar como STEREO-A, SOHO y GOES-19, diseñados para observar el Sol, para seguir la cola del cometa.
El resultado, publicado en un preprint de la plataforma científica arXiv, fue asombroso y contundente: el aumento de brillo del cometa fue, aproximadamente, el doble de rápido que el de un cometa típico del Sistema Solar. En términos técnicos, su luminosidad aumentó en proporción inversa a la distancia heliocéntrica elevada a la potencia de 7,5, una tasa que supera con creces lo esperado. «La razón del rápido aumento de brillo… sigue sin estar clara», afirmaron Zhang y Battams.
Esta hiperactividad luminosa sugiere que la composición interna de 3I/ATLAS es intrínsecamente diferente, con hielos más volátiles que los que predominan en nuestro vecindario solar. Los modelos habituales contemplan un incremento gradual de brillo a medida que el calor solar convierte el agua helada en vapor, pero este visitante interestelar parece estar liberando gases a un ritmo exponencialmente mayor, un comportamiento que obliga a revisar las teorías sobre la formación de sistemas exoplanetarios.
Huella química y el origen estelar
El espectro de luz emitido por 3I/ATLAS no ha hecho más que profundizar el misterio. Las observaciones más recientes confirman que el cometa brilla con una inusual tonalidad azulada. Si bien los cometas comunes suelen enrojecerse al aproximarse al Sol debido al reflejo del polvo, el tono azul de este objeto indica una fuerte emisión de gases activos.
Este color frío y luminoso apunta a una desgasificación activa de moléculas como el cianógeno (CN) o el amoníaco, compuestos que se subliman a temperaturas relativamente bajas. Un dato crucial, y con un acento local, fue la detección temprana de estos elementos. Astrónomos chilenos que operan los instrumentos del Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO) en la Región de Antofagasta, ya habían identificado en julio pasado las primeras emisiones de níquel atómico (Ni I) y cianógeno, incluso cuando el cometa se encontraba todavía lejos, a 4,4 unidades astronómicas del Sol.
Según los expertos del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA) , estas detecciones tempranas revelan el orden exacto en que los componentes químicos del cometa emergen al activarse, entregando pistas de un sistema estelar de origen posiblemente más frío o más rico en metales que el nuestro. Esta composición exótica, sumada a la hipótesis de que 3I/ATLAS podría seguir expulsando dióxido de carbono a grandes distancias —en lugar del vapor de agua esperado—, lo consolida como una pieza clave para entender la diversidad del cosmos.
Cicatrices galácticas y el velo del tiempo
El análisis de la luz, no obstante, trae consigo una advertencia fundamental que desafía la idea de que estamos observando material prístino. Otro estudio reciente, basado en las observaciones del Telescopio Espacial James Webb (JWST), sugiere que 3I/ATLAS oculta cicatrices invisibles adquiridas durante su largo viaje intergaláctico.
El científico belga Romain Maggiolo, del Real Instituto Belga de Aeronomía Espacial, ha liderado investigaciones que indican que la capa exterior del cometa ha sido alterada químicamente por los intensos rayos cósmicos a una profundidad de entre 15 y 20 metros. A lo largo de miles de millones de años, esta radiación interestelar habría convertido el monóxido de carbono (CO) de su superficie en dióxido de carbono (CO2), modificando significativamente lo que hoy observamos.
Este hallazgo implica un «cambio de paradigma» en la forma en que se deben interpretar los datos de los objetos interestelares, ya que su composición superficial no reflejaría necesariamente el material virgen de su sistema de origen. Como advierte Maggiolo, es imperativo «tener en cuenta los procesos de envejecimiento». Solo la erosión continua provocada por el calor solar en el perihelio, y las futuras observaciones en profundidad, tienen la capacidad de perforar esta corteza envejecida para revelar la «cápsula del tiempo» que reside en su núcleo.
Entre la ciencia y la especulación
El comportamiento anómalo de 3I/ATLAS ha sido el combustible perfecto para encender debates que traspasan la frontera de la astrofísica convencional. La trayectoria del cometa ha mostrado una leve, pero inquietante, aceleración no gravitacional (un empuje inexplicable que no responde únicamente a la fuerza del Sol) que recuerda el misterio observado en 1I/ʻOumuamua.
Este dato ha sido el principal argumento para el astrofísico de Harvard, Avi Loeb, quien ha reintroducido su polémica tesis. Loeb, reconocido por postular que ‘Oumuamua pudo haber sido un artefacto tecnológico, ha teorizado en medios especializados como El Confidencial que la anomalía en la trayectoria de 3I/ATLAS podría ser evidencia de una “maniobra inteligente” o de algún tipo de propulsión controlada, en lugar de una simple exhalación de gases. Aunque esta perspectiva se mantiene en el margen de la ciencia especulativa, su sola existencia subraya cuán lejos están los científicos de comprender completamente a estos visitantes cósmicos.
Mientras el debate se polariza entre la explicación cometaria natural —por muy extraña que sea— y la hipótesis de un origen tecnológico, la ventana de observación se amplía. El 19 de diciembre de 2025 marcará el punto de máxima aproximación de 3I/ATLAS a la Tierra (a 270 millones de kilómetros), momento que será objeto de estudio intensivo por telescopios terrestres y misiones en el espacio profundo, como JUICE de la Agencia Espacial Europea, que lo observará durante todo noviembre. Este tercer mensajero, descubierto desde suelo chileno, promete desvelar secretos esenciales sobre el origen de los mundos más allá del nuestro.


