El Día del Trabajador no es el «día del trabajo»

Resultó inevitable, en mis recientes recorridos por la ciudad, tropezar con carteles comerciales que anunciaban horarios especiales de atención y cierres de locales con motivo del «Día del Trabajo». Una frase que, con una palabra resonando con una insistencia casi molesta, generaba una punzante disonancia.

El lenguaje, ese andamiaje invisible sobre el que construimos nuestra comprensión del mundo, no es un mero vehículo de comunicación. Como bien señaló Ludwig Wittgenstein, los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo. Las palabras que elegimos, las etiquetas que asignamos, moldean nuestra percepción de la realidad, a menudo de manera sutil pero profundamente efectiva. Es así como ciertos acontecimientos históricos, cargados de significado y sacrificio, corren el riesgo de ser despojados de su esencia al ser encapsulados en términos superficiales y descontextualizados.

El «Día del Trabajo», como erróneamente se simplifica el Primero de Mayo, es un claro ejemplo de esta peligrosa banalización. Aligerar su denominación, despojarla de la referencia explícita al «trabajador» y a la lucha inherente a su historia, contribuye a diluir la memoria colectiva de las batallas libradas por condiciones laborales dignas. Este fenómeno, analizado por teóricos como George Lakoff en su estudio sobre la influencia de los marcos conceptuales en el pensamiento, demuestra cómo el lenguaje puede no solo describir, sino también construir o erosionar la importancia de ciertos episodios cruciales de nuestra historia social. En las siguientes líneas, profundizaremos en el verdadero significado del Primero de Mayo, rescatándolo de la simplificación lingüística y devolviéndole su peso histórico y su vigencia en el presente.

Un legado de sangre y sudor en Chicago, internacionalizado en un acto de justicia

Para comprender la verdadera dimensión del Primero de Mayo, situarnos temporalmente en el fragor de la Revolución Industrial en Estados Unidos. La ciudad de Chicago, epicentro de una vorágine de crecimiento y explotación laboral, fue el escenario donde la chispa de la protesta encendió una llama que se propagaría por todo el orbe. Los trabajadores, sometidos a jornadas extenuantes que a menudo superaban las diez y hasta doce horas diarias, sin apenas derechos ni condiciones de seguridad, alzaron sus voces demandando una jornada laboral de ocho horas.

La huelga general iniciada el 1 de mayo de 1886 fue un punto de inflexión. Cientos de miles de obreros paralizaron la actividad productiva, demostrando una fuerza colectiva sin precedentes. Sin embargo, la respuesta de las autoridades y los sectores empresariales fue brutal. La tensión escaló hasta la infame explosión de una bomba en Haymarket Square el 4 de mayo, un acto de violencia cuyas responsabilidades nunca se esclarecieron por completo, pero que sirvió como pretexto para una feroz represión contra el movimiento obrero.

La sangre derramada en Chicago no fue en vano. La lucha por la jornada de ocho horas trascendió las fronteras estadounidenses, inspirando a movimientos obreros de todo el mundo. En 1889, la Segunda Internacional Socialista, reunida en París, acordó declarar el 1 de mayo como el «Día del Trabajador» en homenaje a los mártires de Chicago y como jornada de reivindicación de las demandas laborales a nivel global.

Es crucial enfatizar esta distinción: no se trata simplemente de celebrar el «trabajo» en abstracto, sino de conmemorar la lucha histórica de los trabajadores por condiciones laborales dignas y justas. Como señala el historiador Eric Hobsbawm en su monumental obra «La era del imperio, 1875-1914», el Primero de Mayo se convirtió en un símbolo poderoso de la conciencia de clase y la solidaridad proletaria a escala internacional.

Más allá de la semántica: Un llamado a la reflexión

Hoy, más de un siglo después de aquellos eventos trascendentales, la denominación persiste en la conciencia colectiva, a menudo diluyendo su significado original. Llamarlo simplemente «Día del Trabajo» despoja a la fecha de su carga histórica, de la memoria de aquellos que arriesgaron sus vidas en la búsqueda de un trato más humano en el ámbito laboral.

Como argumenta la socióloga Saskia Sassen en su análisis sobre la globalización y sus efectos en el mercado laboral, las dinámicas contemporáneas presentan nuevos desafíos para los trabajadores, desde la precarización hasta la automatización. En este contexto, recordar el origen y el significado profundo del Primero de Mayo se vuelve aún más relevante. No es solo una efeméride en el calendario, sino un recordatorio perpetuo de la necesidad de seguir luchando por la justicia social y la equidad en el mundo del trabajo.

En Under Express, nos sumamos a esta reflexión. Creemos firmemente en la importancia de contextualizar la información y de honrar la memoria de quienes sentaron las bases para los derechos laborales que hoy damos por sentado. El Primero de Mayo no es un día festivo cualquiera; es un llamado a la conciencia, una invitación a analizar las condiciones laborales actuales y a renovar el compromiso con un futuro donde el trabajo sea sinónimo de dignidad y bienestar para todos.

Celebremos, sí, pero con la plena comprensión del legado que conmemoramos. El Primero de Mayo es el Día del Trabajador, un tributo a la lucha incansable por un mundo laboral más justo.

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Nicolás Verdejo
Nicolás Verdejo

Periodista. Director de Under Express.