Economía chilena consolida alza: cobre, más empleo y crecimiento del 2,2% anual

Durante años, la narrativa económica chilena estuvo dominada por la cautela, la corrección de desbalances macroeconómicos y la sombra persistente de una inflación descontrolada. El país, que se jactaba de ser un motor de crecimiento en la región, navegó aguas turbulentas post-pandemia con una mezcla de resiliencia y desgaste. Hoy, sin embargo, una confluencia de datos recientes de alta significancia sugiere que ese ciclo de ajuste ha culminado, dando paso a una fase de vigor inesperado y prometedor.
El país andino ha logrado ensamblar un tridente de indicadores clave que rara vez coinciden en una misma lectura: crecimiento de la actividad económica por encima de las proyecciones más optimistas, el cobre en niveles de precio que no se veían en la historia reciente, y una recuperación del mercado laboral con un fuerte componente de formalidad y equidad de género. Este panorama no es solo una fotografía favorable, sino que representa un cambio de marcha estructural, situando a Chile en una posición privilegiada dentro del incierto escenario global.
El desafío de la élite política y económica ya no radica en evitar una crisis, sino en capitalizar este impulso para pavimentar una ruta de desarrollo sostenible a largo plazo, tal como demanda la línea editorial de este medio. El mercado ha reaccionado a estos hitos con entusiasmo, pero el análisis de fondo obliga a examinar las cifras con la profundidad que exige este giro histórico.
Despegue impulsado por el consumo doméstico
El Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) de octubre se erigió como la confirmación más robusta de esta recuperación. El crecimiento anual del 2,2% no solo superó las expectativas generales del mercado, sino que, al aislar el impacto de la minería, la cifra se elevó a un notable 2,6%. Este repunte evidencia que la reactivación no es un fenómeno sectorial, sino un dinamismo transversal que finalmente ha calado en el corazón de la economía.
El motor detrás de esta aceleración se encuentra en los sectores que más contacto tienen con la cotidianidad de los hogares chilenos: el comercio, que registró un alza de 8,1% en comparación con el mismo periodo del año anterior, y los servicios, con un incremento de 2,5%. Estas cifras reflejan una recuperación directa y sólida del consumo doméstico, un componente clave que había permanecido contenido tras el peak inflacionario de años anteriores. Además, con este resultado, el crecimiento promedio acumulado entre enero y octubre de 2025 se alinea con el 2,5%, cifra que converge con las proyecciones más recientes del Ministerio de Hacienda.
La visión internacional valida esta tesis. El Fondo Monetario Internacional (FMI) actuó en sintonía con las autoridades locales. En su actualización de Perspectivas Económicas Mundiales de octubre de 2025, el organismo elevó su estimación de crecimiento para el Producto Interno Bruto (PIB) de Chile al 2,5% para el mismo año, un ajuste al alza de cinco décimas que subraya la confianza en la corrección de los desequilibrios macroeconómicos del país.
El metal rojo redefine la agenda fiscal
El segundo factor de alto impacto es la cotización del cobre. El metal rojo rompió su techo histórico y superó la barrera de los US$5,12 la libra. Esta valorización excepcional no es meramente un número bursátil, sino la base que puede redefinir la planificación fiscal chilena. En términos concretos, un precio sostenido del cobre se traduce directamente en un aumento significativo de los recursos disponibles para el Estado, inyectando capital crucial para financiar políticas públicas que atiendan demandas sociales de larga data.
Adicionalmente, el precio histórico crea el ambiente propicio para incentivar la inversión en nuevos y postergados proyectos mineros, los cuales son vitales para el desarrollo regional y la diversificación de la matriz productiva. Este capital renovado puede y debe ser el cimiento de la tan ansiada reactivación productiva.
En este contexto estructural, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) mantuvo su propia proyección de crecimiento del 2,4% para Chile, destacando la importancia de acompañar el buen momento con reformas estructurales. El organismo internacional valoró específicamente el avance en proyectos como la ley Marco de Permisos Sectoriales y la Reforma de Pensiones, considerándolas fundamentales para afianzar el crecimiento a largo plazo y reducir la desigualdad social, un criterio que conecta directamente la bonanza económica con la justicia social.
Mercado laboral y el protagonismo femenino
La recuperación ha encontrado su manifestación más humana en el mercado laboral. La tasa de desempleo a nivel nacional disminuyó a 8,4% en el trimestre móvil agosto-octubre, una cifra que, aunque aún debe seguir bajando, refleja una tendencia consolidada. Lo más relevante es la calidad de los puestos de trabajo creados y el foco en un segmento históricamente postergado.
Se han generado 590.000 empleos en total, con dos características que merecen un análisis profundo: el 90% de ellos son de carácter formal, proveyendo a los trabajadores de derechos y protección social, y un 70% de estos nuevos cupos han sido ocupados por mujeres. La tasa de desempleo femenino se redujo a 8,8%, marcando cuatro meses consecutivos de contracción. Esto no es solo una estadística, sino un avance tangible en la autonomía económica de miles de hogares chilenos, un pilar esencial para la sostenibilidad social del crecimiento.
Esta solidez se complementa con la evolución de los salarios reales, que acumulan 31 meses consecutivos de alza. El incremento en el poder adquisitivo de los chilenos es la prueba de fuego de que el control inflacionario —que ha pasado de un máximo de 14,1% en agosto de 2022 a un 3,4% actual— está rindiendo frutos en el bolsillo de las personas.
Solidez interna frente a las turbulencias globales
El Banco Central de Chile (BCCh) ha jugado un rol crucial en la corrección de los desbalances macroeconómicos previos. Sin embargo, su análisis aporta la necesaria dosis de cautela a este prometedor escenario. En su Informe de Estabilidad Financiera (IEF) del primer semestre de 2025, el instituto emisor si bien reconoció la mejora en los indicadores de hogares y empresas, advirtió que el principal riesgo para la estabilidad local proviene del escenario externo.
El BCCh subraya que un recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y comerciales internacionales podría impactar los precios de activos y las condiciones de financiamiento global. Este riesgo obliga al país a no caer en el triunfalismo, manteniendo la disciplina fiscal y monetaria que ha permitido llegar a este punto. La economía chilena «no es inmune» a shocks externos, por lo que resulta imperativo «fortalecer la resiliencia» del sistema financiero y profundizar el mercado de capitales, según las recomendaciones del IEF.
La convergencia de una inflación controlada, un crecimiento sorpresivo impulsado por el consumo y el respaldo de precios históricos en el principal producto de exportación otorgan a Chile una ventana de oportunidad. El desafío es transformar estos éxitos coyunturales en reformas estructurales duraderas que aseguren que esta bonanza no sea un simple pico, sino el inicio de una nueva era de estabilidad y prosperidad compartida.


