Trump confirma contacto con Maduro en medio de escalada militar en el Caribe

El tablero geopolítico del Caribe se ha remecido tras la confirmación de una conversación telefónica entre los presidentes Donald Trump de Estados Unidos y Nicolás Maduro de Venezuela. El diálogo, escueto y rodeado de misterio, tuvo lugar en las horas previas a una dramática escalada verbal y militar por parte de Washington, que amenaza con reconfigurar la seguridad hemisférica bajo el pretexto de la lucha antinarcóticos.

El propio presidente estadounidense, abordado por la prensa el domingo, confirmó la inusual conexión con el líder venezolano, de la cual The New York Times fue el primer medio en reportar. Fiel a su estilo, Trump se limitó a señalar que la comunicación «no diría que salió bien ni mal. Fue una llamada telefónica», sin ofrecer ninguna luz sobre el contenido sustantivo o los acuerdos alcanzados —si es que los hubo.

Este silencio, sin embargo, contrasta con el estruendo de las acciones y amenazas que lo secundaron. El mismo fin de semana, el magnate republicano intensificó drásticamente la presión sobre Caracas al advertir, sin autoridad reconocida para ello, que el espacio aéreo del país sudamericano debería considerarse «totalmente cerrado». Además, sostuvo que los esfuerzos para detener el narcotráfico venezolano «por tierra» comenzarían «muy pronto», sugiriendo una inminente ampliación de las operaciones militares que ya tienen en tensión a toda la región.

El hilo invisible de la diplomacia

La respuesta de Caracas no se hizo esperar. El líder chavista, Nicolás Maduro, ha denunciado repetidamente que la masiva movilización de recursos militares en el Caribe, incluyendo el despliegue del portaaviones más grande del mundo, es una «coartada» o un «pretexto fraudulento» de Washington, que buscaría en realidad ejecutar un cambio de régimen y derrocarlo del poder. La Casa Blanca, por su parte, ha mantenido que Maduro encabeza una supuesta red de narcotráfico conocida como el Cartel de los Soles, justificando así el inédito cerco militar que se ha reforzado desde septiembre.

La envergadura del despliegue naval y aéreo ha sembrado un escepticismo generalizado entre analistas de defensa y política exterior, quienes cuestionan si la operación responde genuinamente a una estrategia antinarcóticos o si es, en cambio, una demostración de fuerza con fines geopolíticos. De hecho, expertos como Stephen Donehoo, ex oficial de inteligencia militar de Estados Unidos, han señalado que la magnitud de la flotilla supera con creces lo necesario para operaciones de interdicción de drogas, sugiriendo misiones mucho más precisas.

El análisis apunta a que la flota buscaría, más que detener cargamentos menores, ejercer una presión psicológica sostenida sobre el régimen venezolano o, en un escenario más extremo, preparar ataques quirúrgicos contra la infraestructura crítica del narcotráfico que mantendría a Maduro en el poder. La designación previa de líderes venezolanos como narcoterroristas, una decisión estratégica de la administración Trump, provee el marco legal para el uso de estos recursos militares en el extranjero, transformando la lucha contra las drogas en una potencial vía para la intervención.

La flota inédita y el escepticismo analítico

En paralelo a la exhibición de poderío naval, la diplomacia estadounidense ha mostrado una doble cara, combinando la amenaza militar con la oferta de una salida negociada. El senador republicano Markwayne Mullin, miembro del influyente Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, reveló el domingo en CNN que la Casa Blanca ofreció a Maduro una vía de escape.

«Le dimos a Maduro la oportunidad de irse», declaró Mullin. «Le dijimos que se podía ir a Rusia o a otro país». Si bien el senador de Oklahoma se apresuró a desmentir que existan planes de «enviar tropas a Venezuela,» insistió en que el objetivo es «proteger nuestras propias costas» del flujo de drogas. Esta declaración subraya que, pese a la retórica de Washington sobre la protección costera, la verdadera carta de presión es la amenaza de un exilio forzado.

La combinación de un diálogo telefónico secreto, un despliegue naval sin precedentes en décadas y la oferta de un pasaje de ida a Moscú, pinta un panorama de coerción total. La administración Trump parece buscar una ruptura en el aparato militar y político venezolano, utilizando la presión económica, legal y, ahora, la fuerza disuasiva, para forzar el quiebre interno que conduzca al colapso del chavismo.

El ultimatum de un senador

Frente a la advertencia de un «cierre» unilateral del espacio aéreo, el Gobierno de Venezuela movilizó inmediatamente su diplomacia de paz. El ministro de Transporte, Ramón Velásquez Araguayán, informó que se presentó una denuncia formal ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) .

El reclamo venezolano, que apela al derecho internacional aeronáutico, acusa a Washington de una «violación de su soberanía» y de un acto de «interferencia ilícita». Según Velásquez Araguayán, esta amenaza constituye un «grave delito en el anexo 17 del Convenio de Aviación Civil Internacional» y, al difundir información falsa sobre la seguridad operacional, pone en peligro el tráfico aéreo internacional que transita la región.

Esta denuncia ha encontrado eco en otros líderes de la región. El presidente colombiano, Gustavo Petro, reaccionó enfáticamente a la advertencia de Trump, cuestionando su autoridad y alertando sobre el grave precedente para la soberanía nacional en el hemisferio. Petro fue tajante al señalar que «un espacio aéreo nacional no lo puede cerrar un presidente extranjero,» instando a la OACI a intervenir para garantizar el respeto al derecho internacional y a los acuerdos de seguridad multilateral. La tensión, por tanto, ha dejado de ser un asunto bilateral para convertirse en una encrucijada legal y diplomática que pone a prueba la arquitectura regulatoria global de la aviación.

Soberanía aérea en la mira de la OACI

La crisis en torno al espacio aéreo ha forzado a aerolíneas internacionales que operan la ruta de Maiquetía (Caracas) a tomar precauciones o, directamente, cancelar vuelos, generando perjuicios económicos y logísticos. El gobierno venezolano acusa que la intención de Trump es justamente «amedrentar y presionar a las aerolíneas internacionales».

En este contexto de amenazas veladas y diálogo negado, la llamada entre Trump y Maduro se alza como una pieza clave, una suerte de advertencia final que fracasó en su intento de desescalada, dando paso a la presión total. El Caribe se mantiene en vilo, observando cómo la diplomacia del cañonero intenta abrir paso a una nueva era de la política exterior estadounidense en la región, una que balancea la conversación privada con la demostración pública de poder militar, dejando la pregunta sobre la mesa: ¿la lucha antidrogas es el fin, o solo el medio para una intervención mayor?

Pablo Ortiz
Pablo Ortiz

Periodista cultural. Cafeinómano y a veces esclavo del FOMO.