Petro rechaza a Maduro pero busca frenar la intervención militar de EE.UU.

El tablero político y militar en el Caribe se tensa, y la voz más disruptiva en el hemisferio, la del presidente colombiano Gustavo Petro, ha trazado una línea roja inconfundible. En una jornada marcada por la escalada de la presión estadounidense, el mandatario se desmarcó con firmeza de su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, pero lanzó una advertencia categórica contra cualquier acción militar en la nación petrolera, una postura que define su compleja diplomacia en la región.

“Yo no apoyo a Maduro; quiero una solución política y pacífica en Venezuela, pero no apoyo una invasión”, sentenció Petro este domingo, a través de su cuenta en X. Esta declaración resuena en Bogotá con la fuerza de un dilema existencial, en un momento en que el Gobierno de Donald Trump ha profundizado la denominada Operación “Lanza del Sur” , manteniendo un imponente despliegue naval cerca de las costas venezolanas, supuestamente para combatir el narcotráfico. La movilización, que incluye el portaaviones USS Gerald R. Ford, es percibida por Caracas y por sectores de la izquierda regional como una amenaza de cambio de régimen.

Para Petro, la verdadera razón detrás de la confrontación no se esconde en el combate a las drogas, sino en un juego de ajedrez por los recursos: “Esta es la verdadera razón de la guerra en Ucrania y de la posible invasión a Venezuela: el petróleo”, afirmó, inscribiendo el conflicto en la lógica de las guerras energéticas globales. Una intervención, a su juicio, provocaría un colapso de los precios internacionales del crudo, fortaleciendo el monopolio árabe y dejando a los hidrocarburos pesados estadounidenses y a la estatal colombiana Ecopetrol en una crisis terminal.

Doctrina de la no intervención frente al poderío del Comando Sur

La magnitud de la operación militar liderada por el Comando Sur de EE.UU. excede con creces cualquier misión antidrogas conocida, alimentando el escepticismo sobre las verdaderas intenciones de Washington. Análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) , citados por medios como La República EC, han señalado que el despliegue —que incluye destructores de misiles guiados, submarinos de ataque nuclear y aeronaves F-35— podría ser la mayor presencia militar de Washington en la región en décadas, con un número de tropas proyectado que podría alcanzar las decenas de miles. Como señaló en su momento The Economist (citado por la agencia EFE), pocos expertos creen que el narcotráfico sea el único o principal objetivo de una ofensiva que parece estratégicamente diseñada para inquietar al régimen de Maduro.

La postura de Petro se ancla directamente en las consecuencias económicas que tal acción bélica tendría para Colombia. El mandatario advierte que quienes «aplauden la invasión» están desatando «la quiebra de Ecopetrol«. La estatal petrolera, si bien registró un robusto beneficio neto de 2,6 billones de pesos (unos $692,5 millones de dólares) en el tercer trimestre del año —un 42% más que el trimestre anterior—, ha visto su ganancia neta acumulada en los primeros nueve meses de 2025 descender un 32% respecto al mismo periodo de 2024, alcanzando los 7,5 billones de pesos (cerca de $1.997 millones de dólares). La caída de los precios por una desestabilización en la principal reserva mundial de petróleo sería un golpe fatal a las finanzas colombianas, hoy dependientes de la renta petrolera.

La fragilidad económica de Ecopetrol, sumada a la convulsión de los mercados, sustenta la premisa de Petro: el costo de una guerra regional superaría cualquier rédito político o económico que Estados Unidos pudiera obtener. La lógica mercantil de Washington podría desencadenar una catástrofe humanitaria y financiera en el patio trasero de la Casa Blanca.

Riesgo humanitario y propuesta de transición compartida

Pero el cálculo de Petro trasciende lo fiscal y se enfoca en la crisis humanitaria y la estabilidad fronteriza. El presidente concluyó su advertencia subrayando el impacto directo sobre la población: «millones de hermanos venezolanos en nuestro territorio». Una intervención militar desordenada, advirtió previamente (según Infobae y RPP Noticias), conduciría a un «desmantelamiento violento del estado venezolano», un escenario que podría fragmentar la región y fortalecer a grupos armados transnacionales, evocando la pesadilla de una «nueva Libia» o un conflicto prolongado como los de Oriente Medio.

Para desactivar esta bomba de tiempo geopolítica, Petro propuso la semana anterior un camino alternativo y dialogado: la creación de un «gobierno de transición compartido» en Venezuela. La iniciativa busca generar un amplio consenso político y convocar la voluntad popular sin la «presión indebida» de una amenaza extranjera, un mecanismo que podría garantizar elecciones libres y transparentes. La alternativa colombiana se posiciona, así, como el único muro de contención viable frente a la militarización.

Mientras tanto, la región reacciona a la ofensiva. La cancelación de vuelos a Caracas por parte de múltiples aerolíneas internacionales (informó el medio chileno Ex-Ante), tras la alerta emitida por EE.UU. sobre «aumento de actividad militar» en el espacio aéreo venezolano, grafica la seriedad con la que se toma el riesgo de conflicto. Incluso líderes regionales como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, han expresado su «preocupación» y su intención de dialogar con Trump, buscando mediar en una crisis que amenaza con incendiar la región. Petro, en este contexto, se consolida como el principal defensor de la soberanía y la estabilidad en el continente, aun a costa de su tensa relación con el Palacio de Miraflores.

Un camino lejos de la militarización: apuesta por el consenso

El mandatario colombiano ha mantenido un complicado equilibrio diplomático desde el inicio de su gestión, reconociendo a Maduro para facilitar el diálogo fronterizo, pero sin validar la pureza de sus procesos electorales. Su reciente rechazo a la ofensiva de Washington no debe leerse como un apoyo al régimen, sino como una estrategia pragmática para evitar una catástrofe regional. La historia enseña que las intervenciones externas, incluso las motivadas por causas justas, raramente resultan en la democracia anhelada, sino en el caos y la proliferación de la violencia.

La tensión entre la «zanahoria» del diálogo (mencionado por W Radio Colombia en días previos) y el «garrote» militar, representado por el portaaviones USS Gerald R. Ford, plantea un desafío crítico a la diplomacia regional. La propuesta de un gobierno compartido de Petro, aunque audaz, es hoy la única ruta visible para una salida negociada que evite la quiebra financiera de Colombia, una crisis migratoria sin precedentes y la balcanización de Venezuela. La pregunta es si Washington, bajo la doctrina de Trump, estará dispuesta a cambiar su muestra de fuerza por una mesa de negociación.

Pablo Ortiz
Pablo Ortiz

Periodista cultural. Cafeinómano y a veces esclavo del FOMO.