Presidenta de México rechaza ofrecimiento de Trump para combatir carteles

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, abordó este martes uno de los temas más delicados de la agenda bilateral: la soberanía nacional frente a las persistentes amenazas de intervención militar de Estados Unidos. Con una firmeza que resonó en el Palacio Nacional, la mandataria descartó categóricamente cualquier injerencia armada por parte de su homólogo estadounidense, Donald Trump, a pesar de los recientes y graves reportes de prensa que sugieren que el republicano contempla el despliegue de tropas para combatir a los poderosos cárteles de la droga.

«Eso no va a ocurrir», zanjó Sheinbaum durante una conferencia de prensa matutina, marcando la línea roja de su administración. La declaración no fue un mero ejercicio retórico; constituyó una respuesta directa a la intensa cobertura mediática que ha detallado los planes de la Casa Blanca para una acción unilateral en territorio mexicano. La posibilidad de que Washington considere ataques selectivos, bombardeos de laboratorios de fentanilo o el envío de fuerzas especiales ha encendido las alarmas en todo el continente, reviviendo el fantasma de las políticas del «Gran Garrote» en América Latina.

La tensión se ha gestado a fuego lento. Desde que Donald Trump retomó su enfoque de mano dura en la lucha contra el narcotráfico, catalogando a los cárteles mexicanos como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO) —una medida que sus aliados ven como un prerrequisito para la acción militar—, la retórica se ha endurecido. Medios como NBC News y El País han documentado que el círculo íntimo del presidente estadounidense ha estado considerando activamente opciones de incursión en el sur, lo que el diario El Financiero llegó a describir como una «invasión suave» en México.

El espectro de la injerencia unilateral

El rechazo de Sheinbaum se sustenta no solo en principios diplomáticos, sino también en la dolorosa memoria histórica de la región. Para México, la sola mención de tropas estadounidenses en su suelo toca fibras sensibles de un pasado marcado por la intervención y la pérdida territorial. Este contexto histórico de injerencia se remonta a los siglos XIX y XX, un patrón que llevó a Washington a desplegar marines en países como Nicaragua, Cuba y Panamá en múltiples ocasiones, y que hoy la élite política mexicana busca sepultar de forma definitiva.

La administración Sheinbaum ha optado por un camino de «colaboración y coordinación sin subordinación». Este principio fue la base de la estrategia de seguridad bilateral acordada durante meses de negociaciones. Dicho plan se formalizó con la visita a la capital mexicana del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, en el mes de septiembre, sellando un acuerdo que, según la presidenta, «refrendó el respeto a nuestra soberanía, a nuestra territorialidad».

La presidenta no se limitó a desmentir los reportes; reveló que la oferta de ayuda militar directa no es una novedad, sino una propuesta que ha recibido personalmente de Donald Trump en diversas comunicaciones telefónicas. Cada vez, la respuesta ha sido la misma: una negativa diplomática pero inamovible. «Siempre le he dicho ‘muchas gracias presidente Trump, pero no'», afirmó Sheinbaum ante la prensa.

Colaboración sin subordinación

La postura de la líder mexicana subraya la oposición de su gobierno a toda forma de «injerencismo e intervencionismo». Es una declaración de independencia que busca diferenciar su enfoque del de administraciones anteriores, que a menudo fueron criticadas por una supuesta sumisión a las demandas de seguridad de Washington. La cooperación binacional, insiste Sheinbaum, debe basarse en la igualdad de los socios, no en la tutela del más poderoso.

Sin embargo, las amenazas de Trump no son solo palabras. El contexto de la disputa se agrava con las acciones unilaterales que la Casa Blanca ya está implementando. Simultáneamente a la escalada retórica, el gobierno de Trump ha intensificado las operaciones navales contra embarcaciones que se presumen cargadas de droga, transitando tanto por las aguas del Océano Pacífico como en el Mar Caribe. Estas acciones, llevadas a cabo con un enfoque punitivo, han generado inquietud en varios países de la región (como Colombia y Venezuela), que ven con recelo esta nueva manifestación de la política antidrogas estadounidense.

Esta escalada ha sido descrita por analistas como un «riesgo real» y una «amenaza latente» para la estabilidad regional. José Andrés Sumano, experto en seguridad y académico de El Colegio de la Frontera Norte (citado por Expansión), ha señalado que la postura de Trump, al catalogar a los cárteles como terroristas, prepara el terreno para una eventual intervención. La presión de la crisis de fentanilo en Estados Unidos actúa como el combustible perfecto para justificar acciones drásticas, sin importar el costo diplomático o el principio de autodeterminación de los pueblos.

Riesgo latente para el continente

La tensión no se disipa solo con declaraciones. La administración Sheinbaum debe ahora demostrar con resultados la efectividad de la estrategia bilateral de seguridad para poder desarmar la justificación de Trump. La presidenta ha permitido, de hecho, la expansión de los vuelos de vigilancia de la CIA, iniciados bajo la administración anterior de Joe Biden, y ha reforzado la seguridad en la frontera norte, lo que ha resultado en un aumento en las incautaciones de fentanilo y en las extradiciones de líderes criminales a EE. UU., según reporta Infobae.

A pesar de los pasos dados en coordinación, la posibilidad de que un gobierno extranjero intente violar la soberanía mexicana sigue siendo el principal punto de quiebre. En la visión de la Casa Blanca, la inestabilidad en México y el flujo incesante de fentanilo a sus ciudades son una «crisis de seguridad nacional» que justifica medidas extremas. Para México y el resto de Latinoamérica, es una crisis de soberanía. La respuesta de Sheinbaum, por lo tanto, es un mensaje a Washington: México está dispuesto a colaborar, pero el despliegue de cualquier soldado extranjero sin invitación es un límite innegociable. La pelota está ahora en el tejado de la diplomacia, o de la escalada militar.

Pablo Ortiz
Pablo Ortiz

Periodista cultural. Cafeinómano y a veces esclavo del FOMO.