Más allá de Gaza: el frente libanés se convierte en foco de tensión en Medio Oriente

El cielo sobre la frontera entre Israel y Líbano ya no solo se tiñe con los colores del amanecer y el ocaso, sino con el resplandor de las explosiones y el humo denso de los incendios. Lo que comenzó hace más de ocho meses como un frente secundario y contenido, un eco violento de la guerra en Gaza, se ha transformado en un intercambio de fuego diario que amenaza con arrastrar a toda la región a un conflicto de consecuencias impredecibles. La danza macabra de cohetes, drones y ataques aéreos ha alcanzado una intensidad sin precedentes en las últimas semanas, colocando a Israel y al poderoso grupo chiita libanés Hezbolá en la trayectoria de colisión más peligrosa desde la devastadora guerra de 2006.
Cada día, la retórica se endurece y las líneas rojas se desdibujan. Hezbolá, respaldado por Irán, ha lanzado sus mayores andanadas de cohetes y drones contra el norte de Israel, argumentando que sus acciones son en solidaridad con los palestinos de Gaza y que no cesarán hasta que haya un alto el fuego en el enclave. Recientemente, el grupo reivindicó el lanzamiento de más de 200 proyectiles en un solo día, dirigidos contra puestos militares y centros de mando israelíes. Estos ataques, según informes de la agencia de noticias Reuters, no solo han causado daños materiales significativos, sino que han provocado masivos incendios forestales en la Alta Galilea, obligando a la evacuación de miles de residentes y convirtiendo vastas zonas en un paisaje calcinado.
Por su parte, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han respondido con una ferocidad creciente, intensificando sus ataques aéreos selectivos en el sur del Líbano. Sus objetivos declarados son la infraestructura de Hezbolá, sus lanzaderas de cohetes y, crucialmente, sus comandantes. La reciente eliminación de Taleb Abdullah, uno de los comandantes de más alto rango de Hezbolá asesinados hasta la fecha, fue un claro mensaje de que Israel está dispuesto a escalar su ofensiva. Este tipo de asesinatos selectivos, si bien buscan degradar la capacidad operativa del grupo, a menudo actúan como un catalizador para represalias aún más contundentes, alimentando un ciclo de violencia que parece no tener fin.
El fantasma de una guerra abierta
El temor a que este enfrentamiento de baja intensidad se convierta en una guerra total ya no es una hipótesis de analistas, sino una posibilidad palpable que discuten abiertamente los líderes políticos y militares de ambos bandos. Funcionarios israelíes, incluido el primer ministro Benjamín Netanyahu, han advertido que el país está «preparado para una acción extremadamente poderosa en el norte». Esta retórica refleja una creciente presión interna para restaurar la seguridad y permitir que más de 60,000 israelíes desplazados regresen a sus hogares. El cálculo en Tel Aviv es complejo: una guerra a gran escala contra Hezbolá sería infinitamente más destructiva que el conflicto en Gaza, dado el vasto arsenal del grupo libanés, que se estima en más de 150,000 cohetes y misiles, muchos de ellos de precisión y capaces de alcanzar cualquier punto de Israel.
Desde Beirut, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha mantenido un tono desafiante, advirtiendo que sus fuerzas están preparadas para cualquier escenario y que una guerra impuesta por Israel se encontraría con una respuesta que «lamentarán». El grupo ha demostrado una capacidad militar sofisticada, utilizando drones de ataque y misiles antitanque avanzados que han puesto en jaque a las defensas israelíes. Analistas citados por la BBC Mundo señalan que, a diferencia de 2006, Hezbolá posee ahora una experiencia de combate significativa, adquirida durante su intervención en la guerra civil siria, lo que lo convierte en un adversario aún más formidable.
La situación humanitaria en ambos lados de la frontera es cada vez más precaria. En el sur del Líbano, cerca de 90,000 personas han sido desplazadas, y los ataques israelíes han devastado pueblos enteros y tierras agrícolas, que son el sustento de la población local. La Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL) ha advertido repetidamente que «el peligro de un error de cálculo que conduzca a un conflicto repentino y más amplio es muy real», instando a todas las partes a la máxima moderación. Sin embargo, sus llamamientos parecen ahogarse en el estruendo de la artillería.
Diplomacia en la cuerda floja
Mientras las armas hablan, los canales diplomáticos trabajan a contrarreloj, aunque con resultados limitados. Estados Unidos y Francia han estado a la vanguardia de los esfuerzos para encontrar una solución negociada que evite la catástrofe. El enviado especial de Estados Unidos, Amos Hochstein, ha realizado múltiples viajes a la región, intentando mediar un acuerdo que implicaría la retirada de las fuerzas de élite de Hezbolá de la zona fronteriza a cambio de concesiones israelíes sobre disputas territoriales. No obstante, la postura de Hezbolá es clara: no habrá una desescalada seria en el frente norte mientras continúe la ofensiva israelí en Gaza.
Esta interconexión entre los dos frentes es el nudo gordiano del conflicto. Para Hezbolá y su patrón, Irán, la presión sobre la frontera norte de Israel es una palanca estratégica fundamental para influir en el resultado de la guerra en Gaza y disuadir a Israel de una acción militar más amplia. Para Israel, la existencia de una fuerza hostil tan poderosa en su frontera inmediata es una amenaza existencial que, según muchos en su estamento de seguridad, debe ser neutralizada tarde o temprano.
El mundo observa con creciente ansiedad, consciente de que una guerra total entre Israel y Hezbolá no quedaría confinada a sus fronteras. Podría fácilmente atraer a Irán y a otros actores regionales, desestabilizando por completo un Medio Oriente ya frágil. La frontera entre Israel y Líbano es hoy mucho más que una línea en un mapa; es la falla tectónica de la geopolítica regional, un polvorín donde una sola chispa equivocada podría provocar una explosión devastadora. El camino de regreso desde el abismo es cada vez más estrecho y escarpado.


