¿Amenaza de cibercrimen? El lío con las granjas de SIM en medio de la cumbre de la ONU

Mientras los líderes mundiales se congregaban en Nueva York para la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas, un evento marcado por discursos incendiarios y una tensión geopolítica palpable, una amenaza silenciosa y de una escala sin precedentes fue neutralizada en las sombras. El Servicio Secreto de Estados Unidos anunció el desmantelamiento de una sofisticada y masiva red de telecomunicaciones clandestina, un andamiaje tecnológico con la capacidad potencial de paralizar las comunicaciones en el área metropolitana de Nueva York en el momento más vulnerable. La operación, que se mantuvo en secreto hasta que los dignatarios estuvieron seguros, sacó a la luz más de 300 servidores y un arsenal de 100,000 tarjetas SIM, un descubrimiento que plantea preguntas inquietantes sobre la seguridad de las infraestructuras críticas en la era del conflicto digital.

La red no era una simple operación de fraude a pequeña escala. Según el comunicado oficial, su infraestructura era capaz de ejecutar ataques telefónicos anónimos, interferir con los servicios de emergencia como el 911 y, potencialmente, provocar un colapso en las redes celulares, sumiendo a la ciudad en un caos comunicacional. La proximidad temporal y geográfica con la cumbre de la ONU, con dispositivos encontrados en un radio de 56 kilómetros (35 millas) alrededor de la sede, convirtió una investigación sobre amenazas a altos funcionarios del gobierno en una alerta de seguridad nacional de primer orden. El momento no pudo ser más crítico: se produjo justo antes de que el presidente Donald Trump subiera al podio para pronunciar un discurso que dejó en silencio a la asamblea con sus duras críticas al multilateralismo y a la propia organización.

La investigación forense inicial de los dispositivos arrojó un dato aún más alarmante: el análisis preliminar indicaba «comunicaciones celulares entre actores de amenaza de estado-nación y personas que son conocidas por las fuerzas del orden federales». Esta conexión elevó el incidente de un posible acto de delincuencia organizada a un posible acto de espionaje o sabotaje geopolítico. Un investigador de ciberseguridad del Centro de Análisis de Política Europea, citado por el New York Times, señaló que solo un puñado de países, entre ellos Rusia, China e Israel, tendrían la capacidad para orquestar una operación de tal magnitud y sofisticación. El descubrimiento funcionó como un ominoso telón de fondo para una asamblea ya cargada de acusaciones y posturas irreconciliables.

El espectro de una amenaza de Estado-Nación

La hipótesis de la implicación de un estado extranjero se ve reforzada por el tenso clima internacional que dominó la cumbre. El discurso de Trump, en el que acusó a la ONU de «inacción» y declaró que otros países «se están yendo al infierno», fue solo una de las muchas muestras de la fractura global. Simultáneamente, líderes como el presidente colombiano Gustavo Petro utilizaban el mismo foro para afirmar que la guerra contra las drogas ha sido una estrategia de dominación estadounidense sobre América Latina. En este contexto de guerra retórica y diplomática, la posibilidad de que un adversario quisiera disponer de un «interruptor de apagado» para las comunicaciones de Nueva York no parece descabellada.

La infraestructura desmantelada, conocida técnicamente como «granja de SIM» (SIM farm), es una herramienta de doble filo. Aunque a menudo se asocia con el envío masivo de spam, estafas y la creación de cuentas falsas en redes sociales, su potencial para la disrupción a gran escala es innegable. La capacidad de inundar las redes con tráfico basura o realizar miles de llamadas simultáneas podría sobrecargar las torres de telefonía celular y bloquear las comunicaciones legítimas, incluidas las de los equipos de seguridad que protegían a los líderes mundiales. El senador Lindsey Graham calificó el hallazgo de «inquietante» y elogió al Servicio Secreto por detectar un «complot potencial» para colapsar los sistemas de comunicaciones.

La amenaza no era solo teórica. La red ya estaba siendo utilizada para dirigir amenazas anónimas a altos funcionarios del gobierno estadounidense, lo que originalmente desencadenó la investigación del Servicio Secreto. Este uso activo demuestra que los operadores de la red, fueran quienes fueran, ya estaban probando sus capacidades ofensivas contra objetivos de alto valor dentro de Estados Unidos. La posibilidad de escalar estas acciones durante un evento de la magnitud de la Asamblea General de la ONU representaba un riesgo inaceptable para la seguridad nacional.

Entre la geopolítica y el escepticismo criminal

A pesar de la narrativa oficial que apunta a «actores de estado-nación», varias voces expertas han instado a la cautela, sugiriendo que la realidad podría ser más prosaica, aunque no menos peligrosa. Algunos analistas en ciberseguridad sostienen que la descripción de la amenaza podría estar exagerada y que estas granjas de SIM son, fundamentalmente, herramientas del crimen organizado a gran escala. Según esta visión, la red podría haber sido una empresa criminal masiva utilizada para el fraude y el envío de spam, y que uno de sus «clientes» la utilizó para amenazar a políticos, atrayendo así la atención del Servicio Secreto.

Expertos como Robert Graham han calificado la historia de «sinsentido», argumentando que se trata de una «empresa criminal normal» y no de un complot geopolítico específico para atacar la cumbre de la ONU. Otros, como Andy Greenberg de Wired, han señalado que el propio Servicio Secreto habla de la capacidad potencial para interrumpir las redes, no de un plan concreto y frustrado para hacerlo. El hecho de que los dispositivos estuvieran dispersos en un radio de 35 millas, y no concentrados en las inmediaciones de la sede de la ONU, también añade matices a la teoría de un ataque inminente y dirigido.

Esta dualidad de interpretaciones refleja la naturaleza borrosa de la guerra moderna, donde las líneas entre el crimen organizado, el terrorismo y las operaciones encubiertas de los estados a menudo se difuminan. Independientemente de si el objetivo final era el sabotaje geopolítico o el beneficio económico a través de actividades ilícitas, el incidente expone una vulnerabilidad crítica. La facilidad con la que se puede ensamblar un arsenal digital de esta magnitud cerca del corazón neurálgico de la diplomacia mundial es un recordatorio contundente de que las mayores amenazas del siglo XXI pueden no provenir de ejércitos convencionales, sino de redes anónimas ocultas a plena vista. La investigación sigue en curso, y la identidad de los cerebros detrás de este ejército de SIMs sigue siendo el mayor interrogante.

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Nicolás Verdejo
Nicolás Verdejo

Periodista. Director de Under Express.